1 Resurgiendo de la tumba, Jesús lo transformó todo. Si miramos las cosas desde
el fondo del corazón a la luz de la resurrección toda la creación se nos manifiesta
radiante: los árboles, los pájaros, el aire, la luz, todo nos habla de Dios, de su amor y
misericordia, de su designio salvador sobre el hombre que apunta a la transformación
en él. Por eso hoy le damos gracias delante de los ángeles y cantamos los salmos a su
Nombre, de todo corazón.
2 La noche de la resurrección de Cristo se volvió clara como el día. El salmo 138
leído en clave de resurrección es sumamente sugestivo. Toda la creación, el cielo, la
aurora, el abismo, el mar, la tiniebla, todo se convierte en un abrazo divino lleno de luz
que lo abarca todo, lo penetra todo, vivificando con su presencia nuestro caminar hacia
él. ¡Qué incomparables encuentro tus designios, Dios mío, qué inmenso es su conjunto!
Mira si mi camino se desvía, guíame por el camino de tu luz eterna, de tu resurrección,
le decimos confiadamente mientras le alabamos esta tarde con los salmos.
3 Esta tarde la liturgia de los salmos nos lleva al encuentro del Cristo glorioso que
nos dio la victoria sobre el mal, encuentro Pascual, encuentro de amor y de vida
resucitada. Cristo Vencedor completa su obra haciéndose compañero nuestro,
convirtiéndose en bienhechor, en alcázar, en baluarte donde el hombre se pone a salvo,
porque después del pecado no era bueno que el hombre continuase caído, derrotado.
Por eso hoy cantamos un cántico nuevo a nuestro Redentor resucitado, que nos lleva
con él al seno del Padre.
4 La resurrección de Cristo ha rasgado el cielo para el hombre y lo ha puesto en
sus manos. Sí, porque tanto amó Dios al mundo, que nos entregó a su Hijo único.
Porque es grande el Señor y merece toda alabanza; porque es grande su amor y su
bondad con todas sus criaturas, esta tarde le aclamamos: Al Rey de los siglos,
inmortal, invisible, todo honor y gloria, toda alabanza y amor de los hombres por los
siglos de los siglos.
5 Cristo, Mesías, Rey y Sacerdote es nuestra Pascua, es decir, es nuestro paso de
la esclavitud del pecado a la libertad de los hijos de Dios, es nuestro paso de la tierra
al cielo. Porque él, nuestra Cabeza, está sentado ya a la derecha de Dios intercediendo
por nosotros sus miembros. Por ello cantamos esta tarde el aleluya de los salvados y
damos gracias a nuestro Dios por el amor con que nos amó.
6 La resurrección de Cristo fue el momento en el que la real vestidura de la gloria
de Dios recubrió nuestra naturaleza mortal herida por el pecado. ¿Cómo no acogernos
a él? ¿Por qué temer, si él ha vencido al mundo? Con su gracia habitamos en el monte
santo cantando salmos a su gloria y santidad, deseando recubrirnos de su santidad,
contemplar su rostro, vivir por él y para él.
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